jueves, noviembre 04, 2010

¿Subcomandante o Subcomediante Marcos?

Recuerdo que hace unos años cuanto un profesor de FLACSO México se refería al Subcomandante Marcos como el “Subcomediante Marcos” yo me llenaba de furia e indignación. Hoy, a la distancia, a veces pienso que no estaba tan errado. ¿Qué fue del Subcomandante Marcos? Nada sabemos de él desde hace tiempo. Una de sus últimas apariciones públicas en México fue en 2006 para decir que él no apoyaba la candidatura a presidente de Andrés Manuel López Obrador, es decir, el candidato de la izquierda popular o populista porque según Marcos se trataba de la “misma gata pero revolcada”. (Todos sabemos que finalmente gracias a un escandaloso fraude se quedó con la presidencia de México el católico ultraconservador y neoliberal Felipe Calderón).
En fin, el Sub (si es comandante o comediante ya no lo sé) en su momento armó un movimiento super potente, indigenista que vino a poner en cuestión el status quo mexicano. Temblaron los cimientos del armado institucional mexicano allá por el año 1994 cuando el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) irrumpió en el estado de Chiapas. Pero de aquella magnífica aparición casi nada queda… Ahí quedó en un temblor y hoy sufre su propia encerrona.
¿Qué pasó? Creo que desde el EZLN no hubo la más mínima intensión de construcción política. No hubo la más mínima decisión de jugarse a construir un proyecto político ampliado que pudiera articular una izquierda popular que se alce con las elecciones presidenciales. ¡No, qué va! ¡Cómo vamos a intentar llegar a la presidencia de un estado, si el estado es la mismísima personificación de Satanás! Pero qué curioso, se desprecia al estado, pero se exigen derechos. Yo me pregunto: ¿a quién se le exigen derechos si no es al estado? ¿Quién reconoce derechos si no es el estado?
Quizás muy brutalmente podríamos decir que la política del Sub fue la política del éxodo. Esta idea de cambiar las cosas sin tomar el estado, sin disputar la política en términos del “estado nacional”, esta romántica e irresponsable idea de “cambiar el mundo sin toma del poder” en palabras de Holloway. Entonces, claro, nada de “meter las patas en el barro”, “nada de andar lidiando con la política sucia”, “nada de andar buscando aliados y tragarse algún sapo”, “nada de hacer una construcción política amplia para llegar al poder”. Nada, absolutamente nada. Un absurdo.
La contraposición es la de los proyectos populares que apelan, justamente, al pueblo. La de los proyectos populares y los líderes que se la juegan, siempre corriendo el riesgo de equivocarse y perder. De aquellos que pelean por la ampliación de derechos y entonces tratan de ganar elecciones y acceder a los mecanismos del estado. Esos son los valientes a través de los cuáles mejoras concretas para nuestros pueblos pueden ser alcanzadas. Esos son los Chávez, los Lulas, los Correa, los Evos y, claro está, los Kirchner. Los otros otros meros bobos románticos o subcomediantes.

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