lunes, julio 26, 2010

Triste, solitario y final

El análisis de Oscar González*

La farandulización de la política, el marketing electoral y la puesta en escena en reemplazo de la acción cívica, exhibe en estos días un nuevo, aunque previsible, capítulo. Protagonizado esta vez por el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, fiel al estilo de aquellos dirigentes característicos de los años ’90, el episodio recuerda la etapa en que imperaban las llamadas reformas de mercado.
En aquel entonces, los organismos financieros internacionales no sólo imponían sus paradigmas privatistas y condiciones implacables de endeudamiento nacional, sino que encima sus vicarios locales apelaban al histrionismo mediático para enmascarar su ostensible falta de aptitud para gestionar el remanente de lo público.
Eran los tiempos en que la economía sometía a la política, cuando el ministro de Economía valía más que el presidente, esa etapa que tenía a Ronald Reagan en los Estados Unidos, a Menem en la Argentina, a Collor de Melo en Brasil y que, ahora, en la retrogradada Europa habitan el italiano Berlusconi y el francés Sarkozy, quienes navegan la crisis capitalista mundial recortando jubilaciones, salarios y gasto social.
Precisamente, allá como acá, es el fracaso de las reglas neoliberales lo que ha desnudado dramáticamente la irresponsable frivolidad de los dirigentes, en la misma medida en que contribuyeron a la devastación social dondequiera que se aplicaron esas políticas, incluso en el corazón del capitalismo mundial.
Eco tardío de aquellas experiencias de gobiernos atendidos por sus propios dueños, la elección de Mauricio Macri como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires fue parte de esa experiencia, una secuela postrera de la experiencia menemista.
Arribaba la ilusión de que un empresario supuestamente exitoso, para la prensa del corazón al menos, podía replicarse como un buen administrador del estado porteño. Y para un sector importante del establishment se cumplía el sueño de que uno de los suyos asumía directa y personalmente, sin mediación de los partidos tradicionales, la administración de la ciudad argentina de más alto ingreso.
En otros ámbitos se supuso que la incorporación de algunos dirigentes de la derecha justicialista podría salvar al staff macrista, formado por empleados jerárquicos del holding familiar y ex compañeros de su exclusivo colegio secundario, de su propia y brutal incompetencia.
Así las cosas, el 60% obtenido por el empresario no pudo disimular por mucho tiempo tres rasgos notables de su administración: el ninguneo olímpico a todos, absolutamente todos, los deberes sociales del Estado; el increíble desvanecimiento de los límites entre lo estatal y lo privado y, por fin, la manifiesta torpeza e incompetencia para gestionar cualquier política urbana.
Estos tres rasgos se condensan ahora en la actitud y las respuestas del jefe de Gobierno frente a su procesamiento por haber montado un aparato de espionaje que cumplió funciones privadísimas, pero con aspiraciones de servir como estructura de inteligencia política de la flamante policía local, algo taxativamente prohibido.
La puerilidad de los argumentos con que Macri impugna su procesamiento, la irresponsabilidad con que enfrenta la crisis que atraviesa su gobierno y, sobre todo, la pretensión de impunidad que ahora lo lleva a intentar que lo juzguen sus propios acólitos, son el corolario lógico del fin de una gestión donde lo único característico es la prepotencia ante los sectores sociales vulnerables, el manejo arbitrario del aparato municipal y la notoria carencia de idoneidad para administrar lo público.
Con la crisis de PRO en la gestión de la Ciudad se extingue la ingenua ilusión en una derecha moderna y eficaz, capaz de limpiar las calles de todo lo que molesta, y se desbarranca asimismo el sueño de ciertas capas medias acomodadas que confiaron en las promesas de un esplendor que nunca llegó. Ahora asisten desalentadas al intento de ocultar todos esos fracasos atribuyendo sus penurias a un Gobierno nacional que, la verdad sea dicha, mira sin sorpresa el fracaso anunciado de una gestión incompetente.

*Ex diputado nacional del Partido Socialista. Secretario de Relaciones Parlamentarias de la Jefatura de Gabinete de Ministros.

Publicado por el diario Buenos Aires Económico, pág. 9, el 26 de julio de 2010

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