De paso por trabajo unos días en México converso con alguno de mis amigos quienes me dicen: “este país, en muy poco tiempo se fue a la chingada”. Y si algo de eso hay. México ha empeorado notablemente su situación respecto de unos años atrás.
Recordemos, por empezar, que el actual presidente Felipe Calderón un neoliberal ultra católico llegó a la presidencia por fraude, después de desplazar al líder popular de izquierda Andrés Manuel López Obrador (conocido también como AMLO por los chilangos, es decir, los habitantes de la ciudad de México). Pero lo más grave de la situación actual es el brutal deterioro de la “estatalidad”.
En efecto, hay dos facultades constitutivas de un estado moderno que el estado mexicano en algunas zonas de su territorio ya ha dejado de ejercer. Se trata del monopolio de la violencia y el monopolio de la recaudación impositiva. Pues bien, resulta que en regiones completas las organizaciones narcos compiten con el estado mexicano en igualdad de condiciones o inclusive superando su poder de fuego. Esto es el monopolio de la violencia física que en un estado moderno debe estar en manos de las fuerzas del estado, en el caso de México está en cuestión. En muchos casos el poder del narco es superior al de cualquier fuerza de seguridad del estado. Un ejemplo brutal es la ciudad de Monterrey, estado de Nuevo León, ciudad rica que está viviendo un desborde de violencia narco. Mientras que en ciertas áreas del sureste mexicano los empresarios han decidido dejar de pagar impuestos ya que deben pagarle a las bandas narcos por protección. Vaya, les pagan para que nos hagan daño y les aseguren seguridad. Esto es, las bandas narcos se han convertido en verdaderos recaudadores de impuestos.
Quizás la reflexión que pueda hacerse al respecto es que está situación sea una consecuencia “no deseada” del neoliberalismo. Es sabido que México no sufrió un período neoliberal tan brutal como el que sí padecimos en la Argentina de Menem. Sin embargo, ha sostenido un proceso de largo aliento de continua retracción del estado, para dejar en “manos del mercado” innumerables funciones. Este proceso se aceleró desde que Calderón arrebató la presidencia con fraude, la consecuencia ha sido la licuación del estado mexicano en muchas regiones del país y la salvaje lógica del mercado irrumpiendo brutalmente. Al fin y al cabo, el narco es un negocio, ilegal, pero que se rige por las leyes del mercado: oferta y demanda, costo y beneficio.
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