Por Oscar González*
Detrás de las razones y sinrazones vertidas en interminables discursos y argumentaciones -muchas veces falaces- las discusiones que tienen lugar en estos días en el Congreso expresan una verdadera puja donde lo que está en juego no es el destino de un gobierno o de una fracción política. Lo que se debate, en el fondo, son las condiciones sociales y económicas que regirán la vida nacional en las próximas décadas.
El cuadro es directamente proporcional e inverso al que se vivió en 1989, cuando el entonces presidente Carlos Menem enviaba al Parlamento el proyecto de Reforma del Estado, esa daga normativa que abriría las entrañas de la sociedad a la gangrena de las privatizaciones, la apertura económica y la hegemonía del capital financiero especulativo.
Si aquella reforma inauguraba una década de subordinación del Estado al mercado y, con ello, de destrucción de empleo, liquidación de la producción nacional, fragmentación social y dilapidación del ahorro público que expresaban las empresas del Estado, lo que hoy se debate en el Parlamento es todo lo contrario.
Lo que está en juego ahora es la continuidad y profundización de políticas públicas muy distintas: las que, a partir del 2003, comenzaron a restañar las profundas heridas sociales dejadas por el fatídico ciclo neoliberal, una recomposición, aun en curso y con enormes desafíos todavía pendientes, que no hubiera sido posible si no se hubiera recobrado a la política como instrumento al servicio de los intereses generales y los cambios progresistas.
Nada de esto parece interesarle demasiado a algunos legisladores del acoplamiento opositor, esa unión transitoria de intereses diversos pero unidos tras dos objetivos comunes: el reparto de cargos en comisiones y sus derivados, aún a costa de violentar normativas y tradiciones del funcionamiento parlamentario, y trabar por cualquier medio la gestión del Gobierno nacional.
Así, al propiciar sólo iniciativas negativas en lugar de ofrecer alternativas razonables, a la oposición se le escurre toda legitimidad política ya que reniega de su misión fundamental, la de constituir el contrapeso propositivo del oficialismo.
Por suerte ya hay legisladores que perciben que no es posible continuar con esta dinámica sin horizonte que es dejarse llevar por el frente del rechazo y comienzan a diferenciarse de quienes, simplemente, se oponen a todo porque son funcionales a un establishment que va a hacer lo que sea para volver al ajuste, la contención salarial, el endeudamiento y la especulación financiera. (Télam).
*Dirigente socialista. Secretario de Relaciones Parlamentarias del Gobierno nacional.
nos mudamos
Hace 2 años
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