domingo, agosto 01, 2010

El Sr. Biolcati, Cristina y la disputa por decir quiénes fuimos, quiénes somos y hacia dónde vamos


El discurso que dio Sr. Biolcati ayer en la Sociedad Rural, entre otras muchas cosas, fue un discurso que buscar decir quiénes fuimos, quiénes somos y hacia dónde vamos. Es decir, toda una toma de posición política. Y fue un discurso que volvió a volcar en el espacio público ese relato “mitrista” de la historia que tanto le gusta al periódico La Nación. Fue un discurso, que desde la historiografía seria y rigurosa, sólo puede catalogarse de pobre, malo o burdo. Nada de sofisticación, llano, lato. Bruto.

Escuchamos a Sr. Biolcati ayer (lo mismo que a otros, por ejemplo Sr. Macri en oportunidad de los festejos del 25 de mayo) idealizar aquel lejano Centenario como un momento idílico al cual la Argentina debería regresar. Afirman que aquel fue el momento de una Argentina próspera, llamada a convertirse en una de las naciones más ricas y potentes del mundo que lamentablemente se habría perdido. Evidentemente esta idealización supone un brutal gesto ideológico: ensalzar a una Argentina que estaba ceñida a un corset liberal-conservador. Y ese corset implicaba una restricción fenomenal de derechos. En todas sus dimensiones: civiles, políticos, y ni que decir de los sociales y culturales.

Por ejemplo, y a modo de ilustración, podemos decir que aquel Centenario idealizado encontró a la Argentina en estado de sitio, con presidentes designados a dedo y electos a través de fraude, con la persecución de sindicalistas, anarquistas y socialistas –las cárceles se llenaban de presos políticos-, con una ley de residencia –que autorizaba a expulsar sin previo juicio- a los extranjeros que “perturbaran el orden público”- básicamente se trataba de contener la organización obrera que impulsaban los trabajadores inmigrantes, todo esto claro está enmarcado en un modelo de acumulación basado en la agroexportación que implicaba que un pequeño segmento de la población –la oligarquía (“los terratenientes esos hombres de bien que trabajan la tierra” que tanto ensalza Biolcati)- tuviera acceso a una renta extraordinaria y, la mayoría de la población, se encontrara condenada a la penuria.

Aquel modelo implicaba una fuerte lógica liberal, ya que estaba dominado por la idea rectora de que hay una suerte de orden natural de las cosas, es decir, el mercado, en donde a la Argentina le había tocado ser el “granero del mundo”, proveedor de materias primas y alimentos baratos y a Gran Bretaña ser el proveedor de manufacturas y capitales. Vaya, desde esta perspectiva le suponía que a la Argentina le había tocado un lugar determinado en la división internacional del trabajo que era una especie de orden dado de las cosas y que en cuanto tal no debía ser alterado.
Evidentemente, este “orden natural” suponía la no intervención de la política. Cualquier intervención de la política, en este supuesto orden natural del mercado, era impensado para estas elites liberales-conservadoras. Porque cualquier intervención de la política suponía “alterar” el orden de las cosas naturalmente dado, es decir, alterar el status quo imperante.

De allí la brutal restricción de derechos. Porque el ejercicio de derechos conlleva necesariamente la intervención política. No hay derechos sin política. La ampliación de derechos implica el avance de la política sobre espacios que supuestamente le están vedados. (En el vocabulario del pensamiento liberal se trata básicamente del mercado y la propiedad privada).

Además, de que estas élites conservadoras-liberales gobernantes estaban absolutamente identificadas con Europa. Y negaban cualquier pertenencia “latinoamericana de la Argentina”, con la consecuente negación de la identidad de nuestros pueblos originarios.

Pues bien, ¿con qué nos encontramos en este Bicentenario? El Bicentenario nos encuentra en un período político signado por una nueva expansión de derechos y con una lectura de quiénes fuimos, quiénes somos y hacia dónde vamos diferente a la lectura conservadora “mitrista”. Uno de los más maravillosos hechos políticos de los festejos del Bicentenario es que por primera vez la palabra oficial, el decir de la historia estuvo a cargo del campo popular. Y ese es uno de los grandes valores simbólicos del Bicentenario hayamos tenido un gobierno como el de Cristina. Y eso fue lo que Sr. Biocati salió a denostar ayer en su discurso. Destilando odio, acusó al gobierno de ser autoritario, de estar crispado, de ser soberbio, etc. etc. Y lo más curioso es que se mostró preocupado por la “pobreza” y, claro está, de nada se hace cargo el Sr. Biolcati. Ignora por completo que la institución que lidera y la política que él defiende han sido las grandes responsables de la pobreza estructural de este país.

Pero todos sabemos que entre aquel Centenario y, este segundo, que acabamos de vivir, transcurrieron otros momentos de notable avance de derechos y de terribles retrocesos. Los dos grandes hitos de expansión de derechos han sido los gobiernos populares de Yrigoyen y, fundamentalmente, el de Perón. Y aquellos terribles retrocesos cuyo momento más brutal fue la última dictadura militar. Y no es casualidad que aquellos que han impulsado estos períodos de retrocesos de derechos, justamente elogien y entronen como modelo de país a aquella Argentina del Centenario.

Entonces, se entiende el odio de Sr. Biocati hacia el kirchnerismo. Porque el kirchnerismo ha implicado una ampliación de derechos y, en tanto, un deshacer de ciertos nudos del modelo neoliberal, tal como, la vuelta al sistema de reparto –derechos sociales-, la ley de medios audiovisuales –que tiene que ver con el pleno ejercicio de los derechos políticos, ¿qué posibilidad hay de ejercer efectivamente la ciudadanía política con el espacio de la opinión pública hegemonizada por unos pocos?-, la sanción del matrimonio igualitario –derechos civiles y derechos culturales, sin el mayoritario apoyo del FPV esto nunca hubiese sido posible-, la aparición en escena, se han hecho visibles los pueblos originarios, allí hay mucho camino por recorre –esto tiene que ver también con los derechos culturales-, etc.

A lo que voy es que estamos ante un período histórico de expansión de derechos. En todas sus dimensiones civiles, políticos, sociales y culturales. Ahora bien, sabemos perfectamente que no tenemos garantías de que estos avances, puedan en algún momento, ser cercenados por algún gobierno liberal-conservador. No tenemos garantías de nada. Como tampoco tenemos garantías que desde el campo popular no se cometan errores. En todo caso, siempre aún en el mejor de los procesos políticos faltará algo, habrá excesos, se cometerán errores.

Pero esto no debe desanimarnos, sino más bien, movilizar nuestra responsabilidad subjetiva. Ya que no hay nada garantizado, justamente por eso es que hay que militar y comprometerse políticamente. Defendamos al gobierno de Cristina.

3 comentarios:

  1. muy buen análisis compañero, y como bien dice, discursos como los de este personaje, alientan aún más la lucha

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  2. Muy buena lectura compañera!

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  3. Y encima el caradura sigue insistiendo. Es un HDP!

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